Este es un mundo donde se hace difícil vivir. ¿Quién no conoce ese terrible sentimiento que puede brotar en nosotros cuando nos enfrentamos a una situación de miedo o estrés? Sin embargo, para el cristiano, este sentimiento también puede hacernos dudar de nuestra fe en Dios. Lo que puede ser aún más desafiante es cuando luchamos cotidianamente con la ansiedad, el miedo y la preocupación. La sensación de inestabilidad y descontrol que acompaña a la ansiedad puede abrumarnos casi totalmente mientras nos hundimos más y más en nuestros pensamientos y nos preguntamos si la paz llegará alguna vez. Es realmente un camino agotador para el cristiano.
¿Pueden cristianos piadosos sufrir de ansiedad? ¿Podemos seguir teniendo una seguridad bíblica de la salvación y una vida piadosa si nos encontramos batallando con pensamientos de ansiedad? En realidad, esto puede ser un verdadero desafío, incluso una plaga, pues cuando atravesamos por esos momentos sentimos que el mismo consuelo que necesitamos está fuera de nuestro alcance, específicamente porque nos preguntamos si se nos permite tener el consuelo del Evangelio cuando batallamos con la ansiedad.
Para el cristiano que vive en un mundo caído y bajo la maldición de Dios, con mentes torcidas y corazones pecaminosos, la ansiedad y el miedo son a menudo parte de su peregrinaje. Para algunos cristianos, la ansiedad
será más frecuente que para otros. Por lo tanto, no debería sorprendernos que la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, aborde el miedo y la preocupación de muchas maneras diferentes.
El miedo y la ansiedad pueden ocasionarnos mucha debilidad, pueden revelar nuestra incredulidad, hacer notorios nuestros pensamientos defectuosos e incluso, algunas veces, evidenciar nuestras luchas fisiológicas. De manera específica, ¿Qué esperanza hay para aquellos que parecen experimentar con frecuencia cuadros de ansiedad a lo largo de su vida? Es a partir de estas preguntas que debemos volvernos a la verdad bíblica que es proclamada a lo largo de la Escritura, la cual nos dice que por muy fuertes que sean nuestras ansiedades, temores o penas en esta vida, no son más que temporales, pues pronto estaremos con el Señor cara a cara.